Te miro,
y no encuentro la mirada cómplice
que un día tuvimos.
Oscuras garras arañan la piel
que compartimos.
Te miro,
y no encuentro al hombre
ni tampoco al amigo,
solo la sombra de lo que fuimos.
Te miro,
y no reconozco los rasgos
que un día sentí como míos,
ni el alma gemela que compartimos.
Te miro,
y solo veo silencios
transformados en sombras,
donde nos perdimos.
Te miro,
y pienso si veras
también tu, a los extraños
en los que nos convertimos.