Sólo cielo y blanco impoluto en las pupilas! Sólo cielo y ese blanco en las pupilas, y el negro corroyendo las entrañas. Que ilusa si pensaba que me escupiría igual que me tragaba, y fue haciendo la digestión conmigo en sus entrañas, bapuleandome de mano en mano entre batas verdes y blancas. Aquí se acaba el orgullo y la dignidad, eres bandera expuesta en la batalla. Solo blanco y cielo en la ventana.
Desande mis pasos, por ese camino que nos alejó, encontrando los jirones deshilachados de una vida, en los que quedó prendida nuestra paz. Trate inútilmente de unirlos, hilvanando uno a uno nuestros sueños, y cargue con ellos por el pedregoso camino que abandonamos, dándome cuenta que ya no nos pertenecían, eran otros, en otro tiempo, en otro sendero de único sentido, en otro atardecer de un día ya acabado, en otro suspiro que el amor dejo abandonado y aún así eran nuestros, sólo nuestros...
Apenas note su tacto, tan sólo escuchaba el crujir del tejido resbalar por la piel, y la cálida sensación que me provocaba su roce. Abrí mis manos con la intención de acariciarlo y las detuve a milímetros de hacerlo. Tan solo eran harapos, mal trechos y ajados sin su cuerpo poseyéndolo. Tan sólo era su vestido.
Quizás me tomes por ridícula, pero es así. Enfrentarme a mis miedos, esos que hacen perder el control, los que se agarran a tu estómago y lo estrujan, lo vapulean y hacen que el corazón se te suba a la cabeza y galope tan alocado que parezca que se va a escapar por los oídos, y todo se transforma en una noria que no deja de girar, dando paso a la claustrofobia que se hace dueña de mi, tan solo en pensar estar en un lugar donde de no pueda estirar los brazos, y tener que enfrentarme a ese tubo atronador sabiendo que ha de tragarme y masticarme con su feroz ruido, el tiempo suficiente como para perder todos mis sentidos. Estoy preparada, aprieto los ojos con fuerza ignorando la cavidad, y te llamo con el pensamiento para que seas mi socorro en este trance, y como por ensalmo llegas para calmarme, para apaciguar mis demonios, y para llevar mi pensamiento tan lejos que olvide la presión a la que está sometido mi cuerpo. Cuando oigo una voz metálica que intenta tranquilizarme diciéndome - "ya queda poco" Simplemente sonrió, respiro despacio y me despido de ti, - Hasta pronto mi salvador. Convirtiéndome en ese instante en el vómito de una insensible máquina.
Miraba por la ventana escondida tras las sombras de la noche, envuelta en el silencio, y por compañero el insomnio. Miraba los pequeños charcos atrapados en el adoquinado de la calle, eran como pequeñas estrellas derramadas por la mortecina luz de las farolas, apenas desvié la vista y la encontré allí, mirándome desde el portalón del edificio de enfrente, me sonreía, con esa sonrisa tímida de quien aún no ha vivido lo suficiente, por un momento pensé que no era a mí a quien miraba, pero extrañamente reconocí aquellos ojos adolescentes que me evocaban nostalgia. Devolví la sonrisa y tan sólo un sí sin palabras, susurrado a la ventana, ella me lanzó un beso y se marchó dejando un eco de pisadas. Sonreí de nuevo, y era yo quien me marchaba lanzando un beso a aquella ventana.