Bajo tus sarmientos retorcidos
y tus pampas amarillentas,
a mi vienen recuerdos
de mil tardes veraniegas,
de chiquillos alborotados
con las risas satisfechas.
Cuanta vida albergas
en tu sombra corpulenta.
Mis macetas, el jazmín,
de pitimini las rosas,
las pilistras verdes
como lechugas, y de aloe
vera diez macetas.
Sobre la mesa de mármol
la begonia, la albahaca,
y las gitanillas con sus flores
blancas y malva.
A tu pie en el estrecho arriate,
la menta y la hierbabuena,
que tan solo con un toque
te perfuma y te refresca.
Y como olvidarme
de la dama de la noche,
que al acaecer la tarde
embriaga con la dulzura
del perfume de sus flores.
En una esquina, fuera
de tu sombra, dos limoneros
arraigan, esperando estoy
que un día, limones amarillos
cuelguen de sus ramas.
En tus brazos extendidos
un par de jaulas agarras,
un canario canturrea,
y dos periquitos se aman.
Y del néctar de tus uvas
¿que puedo decir de ellas?
Que enamoraditos tienes
a todo el que consigue probarlas.
Este es mi porche y mi parra,
el orgullo de quien habla,
¡esta es la puerta de mi casa!
