El sol se extrañó esta mañana
encontró las calles vaciadas,
al silencio instalado en los parques
y las puertas a cal y canto cerradas.
Ventanas abiertas al silencio
que callan a gritos las ganas,
de salir corriendo a la calle
dejando que el tiempo se vaya.
Apenas un perrillo en la acera
con la dueña a su correa amarrada,
con cara de susto la una, con cara
de gusto el otro, mirando a ver lo que pasa.
El miedo campea a sus anchas
dejando la ciudad apagada,
con una amenaza invisible
y a la muerte como aliada.
Aquellos que visten de blanco
callados escuchan exhaustos,
a miles de manos que aplauden
por ellos y por otros tantos.
Valientes que enfrentan al bicho
con boca y manos tapadas,
gritando ¡quedaros en casa!
y así entre todos ganar la batalla.