miércoles, 2 de diciembre de 2020

TRISTEZA




Compañera que borras
los colores de mi primavera, 
que pintas de gris los días 
y de sal la lluvia en mis noches. 

Que arrastras los pies
en mis zapatos, 
y mi risa la transformas 
en mueca de payaso. 

Compañera, por llamarte
de algún modo, ya que
me acompañas cuando
más duele el corazón.

OTOÑO




Empieza el verde a tornarse ocre, a amarillear las hojas y volverse quebradizas con el jugueteo del viento en el suelo.
La veleta de la torre del reloj señala otoño, y las chimeneas enhebradas con el humo de los troncos oliendo a hogar.
Las mañanas frescas perfumadas de humedad, y los viandantes envueltos en abrigos, que más tarde al hombro pasearán.
Miramos al cielo deseosos de ver llegar nubes preñadas, que dejen charcos en las calles y tierra mojada en el olivar.
Las verdes Olivas en moradas transformándose irán, y el oro de estas tierras entre mantos y a palos se recogerá.
Ya llega el otoño trayendo esperanzas de días de lluvia, de mañanas de escarcha, de sol asustadizo que deja llegar el invierno a sus anchas.

jueves, 2 de abril de 2020

INVIERNO EN ABRIL

 



Invierno tardío y triste
que lame el mes de abril,
queriendo flores y frutos
y vistiéndolo de diciembre.
Márchate con tu capa Blanca
y déjanos soñar con agosto,
donde las flores preñadas
nos bendicen con sus frutos.
Invierno que pisas la primavera
como alfombra verde de seda,
que no diste gota de agua
y quieres con nieve pagarla.
Maldito año pariste
que a todos presos nos tiene,
más largo que el que dejamos
y más negro el que nos viene.
Invierno triste y tardío
llévate el maldito frío,
deja que el sol nos caliente
y habrá las puertas de este
nuestro presidio.

jueves, 19 de marzo de 2020

 



























El sol se extrañó esta mañana
encontró las calles vaciadas,
al silencio instalado en los parques
y las puertas a cal y canto cerradas.

Ventanas abiertas al silencio
que callan a gritos las ganas,
de salir corriendo a la calle
dejando que el tiempo se vaya.

Apenas un perrillo en la acera
con la dueña a su correa amarrada,
con cara de susto la una, con cara
de gusto el otro, mirando a ver lo que pasa.

El miedo campea a sus anchas
dejando la ciudad apagada,
con una amenaza invisible
y a la muerte como aliada.

Aquellos que visten de blanco
callados escuchan exhaustos,
a miles de manos que aplauden
por ellos y por otros tantos.

Valientes que enfrentan al bicho
con boca y manos tapadas,
gritando ¡quedaros en casa!
y así entre todos ganar la batalla.