La tarde se cierra en tormenta,
la tierra se abre hambrienta,
de cada gota parida con rabia
de nubes cenicientas.
En brillantes arroyuelos
las caídas hojas se mecen,
como delicados barquitos
que el viento empuja y revuelve.
Y el cielo ruge, el suelo empapa,
y como cascadas desde los tejados
se precipita el agua.