y el torbellino de sentimientos que encierra la poesía,
y como buena imitadora intente enredar las mías.
Las palabras brotaban de un sin fin de emociones,
hilvanarlas no sabía, pero una a una iba naciendo mi singular poesía.
Cuando me llaman poeta, suelo pensar, ¿poeta...? no,
solo traductora de sentimientos y emociones,
y buscadora de belleza en las cosas que antes no la veía,
y convertirla en hermosas palabras que forman la poesía.
Como veréis no tengo lenguaje de leguleyo,
y mi cultura es justita para utilizar la metáfora
y llamarle al amor velero en un mar embravecido,
o a la triste soledad, dueña y señora de mi persona,
o compañera de viaje a mi melancolía...
¿¡Poeta!?... No, solo irremediablemente soñadora
y amante de la poesía...
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