Cuando mis oídos se nieguen a oír, háblame...
Háblame de noches oscuras donde la luna era nuestra farola. Y en los charcos que dejó la lluvia se reflejaba su brillo, y salpicaba la calle de luceros y estrellas.
Háblame de amaneceres que pintaba el sol de colores. Como cada día brillaban sus rayos que entraban por la ventana rozando nuestra piel y desperezándonos cada mañana.
Háblame de tardes enteras sentados bajo las ramas de una vieja parra, sin más quehaceres que entrelazar las manos y dejar que solo las miradas hablaran.
Háblame de caricias compartidas que erizaban la piel, que fundían dos cuerpos en uno y hacían bailar al unisono nuestro corazón.
Hablarme de ese amor que unió nuestras almas, que nos hacia dichosos con pocas palabras...
Háblame, simplemente háblame, no dejes de hacerlo, háblame aun cuando mis sentidos se nieguen a escuchar.