Me has rozado con la yema de los dedos.
He sentido tu aliento en mi cara.
Te he visto pasar envolviéndome
en el oscuro sudario de la desgracia.
Opaca intentaste dejar su mirada,
en un eco insonoro sus palabras,
arrancándome el corazón a dentelladas,
y la vida de dolor y amargura quebrada.
Esta vez no has mostrado la guadaña.
Te has mofado de mi llanto y mis lágrimas.
Y has mostrado tu poder en la batalla,
para demostrarme que ante ti no somos nada.
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