Noto tus
manos resbalar
por mis
montañas,
buscando
los valles
que
bordean mi ombligo,
y se
pierden acariciando
como
terciopelo
suave y
tibio,
mi piel
se estremece
al
contacto de tus dedos,
y
despiertan el volcán
que
duerme en mis adentros.
Entre
mis piernas se mece
el
huracán de tu cuerpo
que
levanta tempestades
en lo más
profundo
de mi
sexo,
y tus
besos me ciegan
y me
arrastran al infierno
porque
no hay cielo que aguante
la
pasión de nuestros cuerpos.
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