El gorrión que miro
absorta, como salta
y picotea, ajeno a la
mirada que sigue
su graciosa danza.
En el pico carga
una o dos migajas,
que encontró entre las hojas
secas de la vieja parra.
Levantando el vuelo
hasta el tejado llega,
donde esconde su nido
de maliciosas miradas.
Y en los recovecos
de polvorientas tejas,
le esperan piando
dos boquitas abiertas.
Al tejado vuelve
limpiando las alas,
y mirando el suelo
buscando migajas.
Entre la hojarasca
aparece un grillo,
tocando el arpa
que guarda a su espalda.
El gorrión le mira
desde su atalaya,
-no serás músico
en la noche cerrada.
En el pico lleva
cuerpecito y arpa,
del grillo que al sol
salió a tocar, de
entre la hojarasca.
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