Se secaron las flores
que planté en el jardín,
se callaron las aves
que cantaban allí.
Con el chapoteo el agua
de la poza clara,
se volvió amarga,
revuelta y mansa.
El rosal lunero
ya no tiene fragua,
en la flor naciente
de púrpura y grana.
Coloridos pétalos
que revoloteaban,
muertos del suelo
el viento los levanta.
Del jardín florido
que yo recordaba.
Sólo queda el eco
de algunas palabras,
dichas en silencio
y con la mirada.
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