Mírala,
mírala como llora,
como llora la luna
que aún recuerda
la noche, en que aquella
bala certera arrebataba
la vida, la vida de su poeta.
Llora,
llora desconsolada
y sus lágrimas borbotean,
borbotean en las fuentes
de la Alhambra.
¡Ay su Federico!
Su Federico se pierde,
se pierde en una zanja,
pero su alma se queda
en tantas y tantas palabras,
que la luna siempre quiere,
siempre quiere en su granada
escucharlas.