Me llamas por mi nombre
a sabiendas que oculto
lo llevo, y el mascarón
de proa que adelante
presento, no es más que
la caricatura de mi propio miedo.
Miedo a dejar leer mis entrañas,
a que la negrura que me corroe
mis sueños atrape en sus garras.
Miedo a que corte mis alas
y deje mi alma mirando las nubes
desde la ventana.
Y sigues pronunciando mi nombre
masticando cada palabra,
dejando en mil pedazos
la mascara que me ocultaba.
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