Ya no quiero tu paciencia
ni tampoco tu comprensión,
sólo quiero que me grites,
que me digas se acabó.
Que dejes abierta la puerta
que pueda entrar o salir yo,
que no sean tus cadenas
las que amarren mi dolor.
Ya no quiero que me mires
dándome la razón,
y tampoco tu cordura
amarre mi enajenación.
Deja que sea yo
la que caiga y me levante,
la que pida tu mano abierta,
la que pida una vez perdón.
Deja que la locura
sea la llave de este amor,
que a ti te hace cobarde
y a mi dura de corazón.
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